viernes, 14 de septiembre de 2012



Las palabras que tienen miedo de ser escritas son las que suenan con más fuerza. No se dejan escribir porque saben que pueden hacer daño. Escribirlas las convierte en reales, con tanto peso que el viento no puede llevárselas.



Doble o nada. Parece que a mí nunca me tocará el Euromillón. Hay otros juegos que se me dan mejor. Juegos prohibidos, juegos peligrosos. Juego mis cartas dejando vía libre al mejor postor, saltándome las normas y haciendo trampas cual aprendiz de trilero. Sin escrúpulos, sin vergüenza, sin pausa. No consigo elegir mi ficha favorita y no admito que el dado no saque la puntuación que deseo. De deseo en deseo y tiro porque me toca. Guardo mi as de la manga en una camiseta de tirantes, manteniendo la mirada de póquer hasta estar segura de que nadie está mirando. Escondo mis trucos bajo el tapete verde, esperando a que la ruleta gire a mi favor fruto del azar. Me arriesgo con la apuesta más alta, cierro los ojos y rezo porque una vez más la luz del rojo se imponga sobre la oscuridad del negro, permitiendo que mis días vuelvan a adoptar el color pastel que les corresponde.

Todo el mundo sabe que no se puede dejar a un ludópata suelto por Las Vegas...