jueves, 28 de marzo de 2013

Imperando lo inimperable




Me gusta el Imperativo. El Imperativo te empuja, no atiende a razones, no duda, no titubea. El Imperativo es el mandón de los verbos, el que corta el bacalao. Cuando el Pretérito Imperfecto se queda colgado, nostálgico, en un ayer lejano, ahí está el Imperativo para devolverle a la realidad y hacerle reaccionar. Él tiene las cosas claras y eso le da poder incluso frente al Presente Simple, cuyo apellido habla por sí solo: el presente simplemente es, y con eso se conforma. El Imperativo, en cambio, es ambicioso, le pide algo a la realidad, persigue el cambio, es un rebelde. A menudo, los de la familia del Subjuntivo, siempre inseguros, le miran con admiración, le envidian…ojalá pudieran o pudiesen ser como él. Pero ahí se quedan, condenados a una vida hipotética (palabra, por cierto, que siempre me hace pensar en una hipoteca patética, otra de esas ironías del lenguaje).

Y mientras el Futuro juega con el Condicional a hacer predicciones, pronósticos y cálculos de probabilidades, el Imperativo se atreve a prohibir y ordenar, de tú a tú, sin intermediarios, sin cortesía y, por supuesto, sin vergüenza. Imperativo, eres un valiente! Como tú quedan pocos.

Ahora ven, saluda, sonríe y cierra la puerta al salir.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Por el mar corre la liebre




Va a ser verdad eso de que con la edad se tiende a relativizar todo. ¿Verdad? ¿Verdad el qué? ¿Cómo que es verdad? ¿Qué es verdad? ¿Por qué la mentira es mala y la verdad es buena?

La mentira puede ser un campo fértil en el que cultivar la imaginación sin límites; la verdad, en cambio, puede convertirse en un terreno yermo y árido en el que solo crece el dolor.

Milan Kundera, mi nuevo gurú, dice al respecto:

"Vivir en la verdad, no mentirse a sí mismo, ni mentir a los demás, solo es posible en el supuesto de que vivamos sin público. En cuanto hay alguien que observe nuestra actuación, nos adaptamos, queriendo o sin querer, a los ojos que nos miran y ya nada de lo que hacemos es verdad. Tener público, pensar en el público, eso es vivir en la mentira." (La insoportable levedad del ser)

Y de Kundera a Larra, que bien sabía que el mundo todo es máscaras y que la vida es un carnaval. Que nada es lo que parece y que lo tuyo lo mío y lo de aquél es puro teatro. Así que cuanto antes empecemos a entender nuestro verdadero papel, más divertido será el juego, que aquí no hay guión que valga ni entreacto que nos permita retocar el maquillaje. Peor aún: ni siquiera hay ensayo. Nos lo jugamos todo en un único estreno. El telón ya se abrió sin permiso, ahora el tiempo corre y los aplausos cada vez van más caros.

Vamos a contar mentiras, tralará.