Películas. De las malas. De las
que solo te quedas con las palomitas. Películas cuyo protagonista te cae mal
desde el principio pero te dejas llevar por la banda sonora y terminas por identificarte
con él. Películas con un guión tan predecible que solo puede ser falso. Películas
de bajo presupuesto que te acaban costando más que una simple entrada. Películas
en las que ni siquiera la acción compensa unos diálogos tan repetitivos que
pierden su significado a medida que el maquillaje se va deshaciendo. Sin
subtítulos. Sin comentarios. Películas llenas de defectos especiales. Tomas
falsas que jamás deberían haberse registrado. Decorados pretenciosos que crean
ilusiones ópticas. Especialistas en caídas y recaídas. Actores del montón,
actrices que siguen pensando que las eligieron por su talento mientras se secan
la boca con la última página del guión. Adaptado, claro. Ya no queda nada
original, forma parte del origen de todo esto. Siempre podemos disimularlo todo
con una buena postproducción y decirle a la prensa que no es lo que parece.
¡Corten!
Demasiado tarde.
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