Ese barquito. El barquito chiquitito. Sí que sabía navegar, lo que le faltaba era el ancla. Solo puede sobrevivir en la superficie si tiene un buen anclaje en las profundidades. Los vientos y los cambios de marea no pueden manejarse sin un amarre en lo más hondo, en la parte oscura, donde nadie toca.
Pasaron un, dos, tres, cuatro, cinco, seis semanas...a veces es solo cuestión de tiempo. Tiempo traidor que se extiende y se comprime, se balancea sobre un mar tan cambiante que despierta hoy a las sirenas, mañana a los tiburones. Todo depende de si elegiste remar o dejarte llevar a la deriva.
En cualquier caso, nada.
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