Nos mentimos. Nos engañamos. Nos
traicionamos. Nos gustamos, nos odiamos, nos envidiamos, nos retamos, nos
comparamos, nos escondemos, nos besamos.
El paraíso de sabor amargo en el que
caben todos los pecados porque no existe confesor capaz de soportar tanta
culpa. Rincón de mentiras, baúl de secretos, cajón de historias para no dormir.
Y, sin embargo, todos duermen. A pierna suelta. En silencio. Silencios que
destrozan tímpanos, pero nadie quiere escuchar. Silencios que camuflan, se disfrazan de sonrisas, se visten con buena
música y hasta te dan un paseo en barca con tal de olvidar que siguen ahí. Deseando
no ser descubiertos, esperando a que alguien los despierte, retardando su
explosión. Encerrados en jaulas de un cristal tan frágil que abriría heridas
con solo rozarlo.
Qué fría está siempre el agua. Aún
queda algún hueco entre las barcas. El que no corre, vuela. Brindemos, eso
siempre nos hace sentir mejor. ¿Contigo? ¿Conmigo? Yo, me, mi, conmigo. Y el
que avisa no es traidor. ¿Alguien avisó? La puta i la Ramoneta, pero
nadie les hizo caso. Así somos. Así És.
Aquí o follem tots o la puta al riu. Por suerte, amores que matan nunca mueren
y el nuestro es asesino en serie.
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