viernes, 9 de mayo de 2014
virginias en arcadas
Te he querido y te he odiado en 40 minutos.
Te he imaginado en todas las posturas,
en todas las situaciones.
Te he mirado desde todos los ángulos.
Te he besado, te he pegado, hemos discutido y te he perdonado.
Te he pedido perdón.
Y te pido perdón.
Perdón porque no me lo creo. No creo nada de lo que deseo.
No creo en mis ganas.
Perdón por imaginar tu vida sin tu permiso.
Perdón por pensar que podíamos existir al mismo tiempo,
compartiendo aquís y ahoras.
Te pido perdón por emocionarme escuchándote,
por pensar que me hablabas a mí,
por soñar que me escribías a mí.
Perdón por robarte la voz,
por metérmela muy dentro,
saborearla y masticarla con dientes de te quiero.
Perdón por dejar que me entendieras,
por reconocerme en lo que es tan tuyo.
Perdón por enamorarme de mí en ti.
Perdón por llorar con tus lágrimas,
por sonreír tus dudas,
por respirar tus silencios.
Perdón por llenarme tanto de ti
que exploté en versos mientras me hablabas.
Tienes que perdonarme.
Porque por un momento creí que existías.
Y lo creí de verdad.
Creí EN la verdad.
La culpa es mía:
otra vez me dejé engañar.
Otra vez me atreví a amar sin preguntar.
jueves, 1 de mayo de 2014
ánimo anónimo
A ti, que me lees.
Tú que espías mis palabras, que robas lo que escupe mi mente, que absorbes mis sesos en cada letra.
Tú, que te empapas de mí aunque no quieras, que me escuchas resonar en tu interior.
Tú, que miras descaradamente mientras me desnudo.
A ti que te penetro sin permiso, que violo tus pensamientos. Me meto en tus ojos, poseo tus labios y perturbo tu silencio.
Tú, que eres yo en lo que lees.
Yo, que soy tú en lo que escribo.
Ahora. Aquí. Vamos al unísono.
No puedes desprenderte de mí. Te persigo mientras intento rehuírte.
Estamos condenados. Encadenados por la lengua.
Ahora mi lengua es la tuya.
Y, sin embargo, soy yo quien está a tu merced:
cierra los ojos, pasa página, apágame y sigue adelante.
Que yo seguiré aquí, pronunciándome en tu nombre.
Tú que espías mis palabras, que robas lo que escupe mi mente, que absorbes mis sesos en cada letra.
Tú, que te empapas de mí aunque no quieras, que me escuchas resonar en tu interior.
Tú, que miras descaradamente mientras me desnudo.
A ti que te penetro sin permiso, que violo tus pensamientos. Me meto en tus ojos, poseo tus labios y perturbo tu silencio.
Tú, que eres yo en lo que lees.
Yo, que soy tú en lo que escribo.
Ahora. Aquí. Vamos al unísono.
No puedes desprenderte de mí. Te persigo mientras intento rehuírte.
Estamos condenados. Encadenados por la lengua.
Ahora mi lengua es la tuya.
Y, sin embargo, soy yo quien está a tu merced:
cierra los ojos, pasa página, apágame y sigue adelante.
Que yo seguiré aquí, pronunciándome en tu nombre.
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