¿Cuánto falta? ¿Hemos llegado ya? Está claro que no. La carretera de la esperanza está colapsada estos días y ya no nos importa tanto la carabana como el tener que pagar peajes. Y ahora encima reducen la velocidad máxima. Sí, hombre, ¿y qué mas? Sí, ya sé, no es una carrera, pero alguien se merece ganar o empezaré a pensar que nos ha mirado un tuerto. O peor: nos han echado un mal de ojo... ¿qué tendrán los ojos que, de una manera u otra, siempre acaban implicados en la mala suerte ajena? El poder de la mirada, supongo, ya lo decía Platón.
De Platón a Lennon y tiro porque me toca. La dosis exacta de peace&love que ayuda a pasar del domingo al lunes sin demasiados traumas. Los justos.
Y luego no puedo dormir por culpa de un cisne negro que ha perturbado mi sensibilidad. Sobre todo porque intuyo que ese cisne no solo forma parte de una ficción lejana a mi mundo, sino que está un poco dentro de todos. Y como no me atrevo a pensar en el mío, no vaya a ser que le dé por salir a saludar, me entretengo reflexionando acerca de la figura en sí...sin mojarme demasiado, que en este lago también somos demasiados.